23 diciembre, 2010

VERCOQUIN Y EL PLANCTON (Boris Vian)


Los de la editorial Impedimenta han tenido a bien publicar por primera vez en España esta primera o segunda novela (los adjetivos se los pondré luego) de mi adorado Boris Vian. Que majos. Cuanto he disfrutado gracias a esta idea suya…

Vuelve (o más bien comienza, si utilizamos su orden y no el mío) el Vian onírico (no el más onírico, pero si lo suficiente como para considerar esta novela de las del  grupo de La hierba roja o El arracacorazones y todas esas.) Y vuelven esos personajes inocentemente sádicos que sorprenden, evidentemente, con sus actos y actitudes. Me chifla, no lo puedo remediar. Leer a Vian es desconectar de este mundo para ir a uno parecido, pero raro.

En la primera parte (tiene tres) se presenta al Mayor y a su amigo Antioche en la preparacion y desarrollo de una surprise-party que tiene lugar en la casa del Mayor. En este tipo de fiesta, entendemos, los jóvenes conseguían evadirse de la ocupación alemana en el siempre estival Paris  de primeros años de los cuarenta. Como  para no hacerlo. Las  surprise–parties  son totalmente desenfrenadas y salvajes. Fiestones en toda la dimension de la palabra… Sexo, jazz, swing, alcohol y muchísima gente bastante alocada. El Mayor se propone conquistar a la joven Zizanie y con la ayuda del infatigable, ligon y gran bebedor Antioche lo consigue finalmente pero, para obtener su mano, ha de pedir permiso al tutor y tio de ella. Fin de la primera parte. Los medios para conquistarla y los sabios consejos acerca de como ligarse a una chica con novio es mejor que los lea cada cual sin destripamiento previo. Evidentemente todo eso es bastante gracioso. Y una bestialidad.

En la segunda parte se dan a conocer los entresijos del funcionamiento de la C.N.U (parodia de la Asociacion Francesa de Normalizacion en la que trabajaba Vian) y al sub-ingeniero Miqueut (el tio de Zizanie) un señor cuadriculado, antipatico, asocial y completamente obsesionado con su trabajo, al que Antioche tiene como misión convencer de que entregue la mano de su sobrina al Mayor. Tarea que lleva su tiempo y que resulta realmente difícil de conseguir.

Me queda hablar de la tercera parte pero creo que seria contar demasiado… Y me gusta dejar las cosas con intriga. No se si asi lo conseguiré, pero esta claro que si la cuento, no habrá ningún misterio.
En fin, solo me falta ponerle adjetivos a la novela.  Y solo se me ocurren obviedades. Lo voy a dejar en que aquí esta Boris Vian en estado puro. O, sea, bastante genial. No diría que llega al nivel de La espuma de los días, pero es que claro, esa es de mis favoritas.  De hecho, si alguien me pide que le recomiende un libro puedo entrar en un bucle infinito del tipo: “¡¡¡El conde de Montecristo!!! ¡No, espera! ¡¡¡La espuma de los días!!! ¡No! El conde de Montecristo! ¡¡No, no!! ¡La espuma de los días! ¡¡¡¡No!!!! …”  Vercoquin y el plancton no esta en esa categoría, subjetivamente hablando, pero creo que es un libro a tener muy en cuenta si se tiene la oportunidad de leerlo. De hecho, incluso diría que es un libro por el que vale la pena buscar esa oportunidad (pero vamos, es la opinión de una fan incondicional. Eso si, con sentido, que hay otras novelas de Vian que me parecen bastante prescindibles) Asi que ahí queda eso.

Aprovecho para felicitaros las fiestas. No gruñáis mucho. ¡¡No están tan mal!!

NOTA: Se que faltan tildes. Es por el ordenador, que esta rebelde. Lo siento.

27 noviembre, 2010

PASANDO FATIGAS (Mark Twain)

En lo últimos meses no he estado muy acertada con mis elecciones literarias. No es que haya sufrido horriblemente, pero la verdad es que me he decidido por unos cuantos libros que ni fu ni fa. Por suerte, los chicos de BLB tienen mejor ojo... Fueron quienes me pusieron delante un libro de Mark Twain (momento confensión vergonzosa: nunca había leído nada suyo.) Así que les debo algún brebaje cuidadosamente preparado o una recomendación tan buena como la suya, por lo menos.
Pasando fatigas es la narración de las anécdotas (algunas increiblemente sorprendetes) que vivió el propio Twain durante su viaje y posterior estancia en Nevada allá por los mil ochocientos largos, cuando la fiebre del oro conquistaba los corazones de los aventureros y en Nevada no había casinos, ni nada de nada.

Al hermano del protagonista le asignan allí el puesto de Secretario del Estado y éste no duda en acompañarlo desde Missouri para ocupar, a su vez, el puesto de secretario del Secretario. Claro que este no será más que uno de los varios oficios que intente desarrollar (subrayo “intente”) el idealista y curioso Twain...

En un principio, la idea era permanecer el el far west unos tres meses. Pero la fiebre es contagiosa y la sensación de libertad demasiado abrasadora y sugerente, así que la aventura se prolonga durante varios años... Las historias que vive y cuenta son muy curiosas, igual que algunos personajes con los que se encuentra. Hay que reconocer que se ve que el hombre exagera (o eso quiero pensar) y que las mismas anécdotas contadas con otras palabras (ya os habréis dado cuenta de la importancia que le doy a cómo están expresadas las historias que leo, me repito como los ajos...) no serían tan graciosas. Pero por suerte, lo cuenta con un lenguaje muy socarrón, describiéndose como un tío cándido a veces, patoso casi siempre (una calamidad, de hecho, capaz de incendiar hectáreas enteras por descuido ) y un poco cínico o...excéptico, según para qué. Y el resultado no tiene desperdicio. No por casualidad el título completo del caudarno de viaje es: Pasando fatigas. Un hilarante viaje por la fiebre del oro. Así que ya veis, el título lo dice todo. Yo sólo puedo confirmar que no miente y añadir palabrería barata. Y como nunca sé muy bien qué puedo contar sin destripar las cosas, voy a hacer algo muy muy malo y copiar un trocito para que veais a qué me refiero (una muestra muy pequeña que, espero, os guste lo suficiente como para que no podáis dormir hasta haberlo leído):

“Yo iba armado hasta los dientes con un enternecedor, insignificante y diminuto Smith de siete tiros, del calibre idéntico al de las grageas homeopáticas; era necesario apretar siete veces el gatillo para que la dosis fuera de adulto. Mas a mí se me antojaba un arma letal, cuyo único inconveniente era la imposibilidad de hacer blanco con ella. En cierta ocasión, uno de los mayorales de la diligencia la utilizó contra una vaca; mientras las bestia estuvo inmóvil, no corrió ningún riesgo, pero al empezar a menearse, se convirtió en un blanco inseguro y el proyectil la alcanzó.
El Secretario llevaba revolver al cinto.Era un Colt de calibre pequeño, que le serviría de defensa contra los pieles rojas, pero al que, por precaución,para evitar posibles accidentes, no había cargado.”

Entiendo que igual es demasiado corto para surtir el efecto deseado, pero no para daros una idea de qué linea sigue la narración. Si os ha gustado, ya sabéis cómo conseguir más.

08 septiembre, 2010

LA INTERPRETACIÓN DEL ASESINATO (Jed Rubenfeld)

Una vez más, después de tanto tiempo, se me hace muy duro volver a postear. Bien merecido lo tengo, por vaga. Ahora no sé qué escribir ni cómo hacerlo, así que preveo un churro. Pero o despego o cierro. Y cerrar me da pena, así que…

¿Por qué volver hoy? Pues porque ¡por fin! he terminado de leer (lo terminé ayer por la noche) Contrato con Dios. Es una señal, claramente. Creo que es el libro que más tiempo me ha llevado leer… Y eso que está bien (recomendado queda. Es una novela gráfica de Will Eisner, con dibujos en blanco y negro y tres partes que tratan sobre distintos momentos y habitantes de la Avenida Dropsie, con sus alegrías y desdichas. Hace un retrato bastante descarnado de la vida en general y en concreto de la situación de las clases obreras y de la convivencia entre judíos, italianos, hispanos e irlandeses en un barrio pequeño del Nueva York de los años treinta. En la última parte viaja incluso un poco en el tiempo, explicando la historia del barrio. Su idiosincrasia, digamos. No sé por qué me ha llevado tanto acabarlo… La pereza que da lo diferente, supongo.)

Evidentemente, leí otras cosas por el medio. No muchas, pero sí algunas. Queda pendiente una entrada sobre La pesca de la trucha en América, de Richard Brautigan, por ejemplo, que es un libro bastante desconcertante y me pilla ahora mismo muy desentrenada. A ver si esta vez es verdad que me voy a poner en forma y en poco tiempo hablo de él, porque realmente es digno de algo más que una simple mención. Pero en fin, a lo que voy. Aunque hace tiempo que lo leí, ahora voy a escribir un poco sobre un libro muy ameno que me han regalado: La interpretación del asesinato, de Jed Rubenfeld. Es un libro trepidante que engancha muchísimo. La historia se centra también en Nueva York y también en los mismos años de la novela de Eisner, pero los personajes pertenecen a otra esfera social y la cara de la ciudad es bien distinta: gente rica que vive en rascacielos de lujo. En uno de ellos, la misma noche que Freud, Jung (un tipo verdaderamente inquietante y sombrío) y otro discípulo suyo, Ferenczy, llegan a la ciudad para dar una conferencia sobre el psicoanálisis, asesinan a una chica. Parece que a alguien se le fue de las manos una noche de pasión un poco atrevida, pero cuando al día siguiente aparece otra joven, Nora, inconsciente y en un escenario similar, el asunto apunta ya a que hay un sádico suelto… La cuestión es que Nora está traumatizada y no recuerda nada ni es capaz de hablar. Un psiquiatra supervisado por el propio Freud es el encargado de develar el misterio que, si no recuerdo mal, tiene bastante miga.

Como siempre, creo que no me quedó tan emocionante como verdaderamente es la novela, pero fiaos de mí: está genial. Os lo recomiendo muy especialmente para esas temporadas de necesidad de lecturas ligeras. Para desconectar del mundanal ruido, como suele decirse. Y es un buen regalo para aquellos a los que no les emociona especialmente leer, pero que no tienen alergia a los libros…